miércoles, 23 de noviembre de 2011

Gracias a ella...

Por: @Moganadeleon


Todas hemos hablado de lo maravilloso que es ser madre, de las buenas cosas que hemos vivido junto a nuestros pequeños retoños, de las dificultades que hemos sorteado y de cuán agradecidas estamos con la vida por ser madres. Pero hoy, mi intención es diferente, hoy no le voy a dedicar estas líneas a Juan Martín o a lo mejor que me ha pasado en la vida. Hoy quiero hablar de mi mamá.
Ella nació el 4 de octubre de 1963, tiene cara bonita y no parece que tuviera los años que dice que tiene y siempre tiene una lección para dar.
Dedicada, como siempre
Dicen que físicamente nos parecemos mucho, no sé qué tan cierto sea, pues la verdad, se me hace que soy una fotocopia en versión femenina de mi papá. Es bajita, claro yo también.
De ella aprendí muchas cosas y aún lo sigo haciendo. Aprendí que por los hijos uno hace hasta lo imposible, que a pesar de ser profesional, uno debe trabajar en lo que sea para que a ellos nunca les falte nada, para que ellos no sufran y que nuestra procesión debe ir por dentro, pues ellos no tienen la culpa.
Antes, me burlaba de ella por lagrimona, porque cuando me gradué del colegio y de la universidad, lloraba como mensa y le decía que no llorara, porque tenía que estar feliz de mis logros. Pero claro, hoy la entiendo, si nada más con ver a Juan Martín bailando joropo casi me muero, sentí que la felicidad no me cabía en el pecho y que fue saliendo de a poquitos por los ojos en forma de lágrimas.
Ya no me burlo, lloro con ella de felicidad, de nostalgia, de amor.
Debo decirlo, ella es muy ordenada, meticulosa con el aseo; infortunadamente yo no, estoy en proceso, porque de cómo sea yo y el ejemplo que le dé a mi hijo, depende cómo será él mañana.
Con Martín, haciendo lo que mejor sabe hacer: consentir
Muchas peleas, todas las que quieran y cómo no, si en mi mamá, no está para ser mi mejor amiga, está para educarme (porque una madre JAMÁS deja de enseñar), está para hacerme caer en la cuenta de cuándo la embarro y para exaltar mis triunfos y logros, además, es la única que lo hace sinceramente y sin esperar algo diferente a un gracias.
Por María Doris Pulido aprendí que no tengo derecho a cansarme mientras tengo a Martín cerca, porque me necesita y debo superar todas mis barreras, gracias a ella he logrado acomodar mi vida a mi hijo, siguiendo su ejemplo.
¿Cómo no ser una excelente madre si tengo la mejor del mundo?
Mamá, gracias por dejarlo todo por mí, por enseñarme el significado del amor desinteresado y sincero y por enseñarme a ser mamá.

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