miércoles, 21 de agosto de 2013

El eterno dilema: Cuando Trabajar se enfrenta con osadía ante la maternidad



Por un lado: estabilidad económica, desarrollo profesional, contacto con el mundo, independencia; y por otro lado: esa criatura pequeña, indefensa, por la que se daría la vida de ser necesario, que te ama con todo su corazón, que cada día anhela tus brazos, tus palabras. Esa personita que siempre tiene algo nuevo que mostrar y que te derrite por completo.
No hay duda de que todas las madres elegiríamos la segunda opción, sin embargo, no siempre es tan fácil. Hay muchos factores que influyen en esa decisión y he aprendido que no se es una mala madre por salir a trabajar.
El factor determinante en mi caso fue ¿Quién estará al cuidado de mi mayor tesoro? El jardín o la guardería no eran una opción para mí. Siempre he guardado mis reservas con el tema. Mi madre siempre me ofreció su apoyo y es ella quien hoy en día se encarga del cuidado de Juan José. Es una bendición. De no ser así, muy seguramente replantearía mi decisión de trabajar, al menos hasta cuando este mas grandecito.
Actualmente, gracias a las bendiciones de Dios y las bondades de la vida, he hallado un equilibrio entre mi trabajo y mi hijo. Me desempeño en educación y mi semana laboral va de lunes a jueves. El viernes es un día especial, es el día de los dos. Realizamos actividades que fortalecen nuestra relación y lo vivimos al 1000%. Cuando hay época vacacional permanezco 24/7 a su lado.
No pienso mentir, el sentimiento de dejar a mi hijo cuando voy a trabajar nunca desaparece. Siempre siento ese hilo de amor que une nuestros corazones y que cada tarde me lleva de vuelta hacia él. Cada inicio de año laboral para mi equivale a ese “No quiero separarme de ti” con forma de lagrimas. A menudo me descubro fantaseando en lo maravilloso que sería contar con una opción laboral que me permita permanecer al lado de Juan José y sé que lo voy a lograr. Es mi objetivo.

Cada madre tiene su posición y todas son respetables. Personalmente considero que soy una mejor madre desarrollándome profesionalmente y compartiendo tiempo de calidad con mi hijo. Valoro inmensamente el tiempo que paso con él y tenemos una relación hermosa.
Mi hijo es la motivación, es el motor que mueve mi vida, nada en la vida me ha hecho más fuerte que su presencia y estoy dispuesta a todo por su bienestar. Lo amo con todo mi corazón y a diario me alimenta y me recarga de energías. No hay mejor momento que cuando llego a casa, sale corriendo a mis brazos y me cuenta todas las aventuras que vivió con su abuelita y sus primos. Cuando me llama por teléfono a decirme que me ama hasta el cielo, cuando hace su oración antes de dormir y luego dice: "Mami, abrázame".

Por él todo vale la pena.

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