jueves, 16 de febrero de 2012

Lactancia con exito

Por: @Loremipsumada

Ya había expresado, o al menos, traté de describir todo lo que siento cuando comparto con mi hijo el momento de la lactancia. Pero hoy voy a contar mi experiencia.

Soy toda una lechera, me sale a montón. La primera vez que supe lo que era el calostro fue a los 5 meses de embarazo. Calcule la cantidad de leche que doy. No crean que me salia a chorros para esa época, pero sí algunas goticas cuando me estimulaba. ¿cómo me estimulaba? bueno, con los dedos yo misma, o el papá de mi bebé lo hacía.

Durante los últimos meses de embarazo temí que no diera leche porque no volví a ver el calostro. Pero después de salir de cirugía, pasada una hora, más o menos, tuve a mi bebé entre mis brazos e hice un gran esfuerzo para lograr acomodar a ese pitufito a mi lado y que mi teta no lo fuera a ahogar. El se pego como ternero huérfano a su tetica.

Al tercer día de nacido, mi bebé no quiso recibir su teta. No comía nada y pasaba dormido. Me fui para urgencias, le hicieron un montón de exámenes. Pero no tenía nada grave, solo sufría de flojera. Y mientras tanto la pobre mamá con las tetas a reventar y a punto de sufrir de mastitis.

En la noche no aguantaba el dolor. Mis senos estaban llenos de piedras pero nunca me alcanzó a dar fiebre. Yo no tenía extractor en esos momentos y era muy tarde para comprar uno. Tenía uno de esos que parece una corneta y que lo único que hacía era lastimarme más los pezones ya agrietados. Cuando mi madre llegó, (toda una experta en esto de lactar, por cierto) compró velas de sebo y alistó unas compresas de agua caliente y me cogió una teta y empezó a sacarme la leche, o más bien, a ordeñarme. En la otra estaba el papá de mi bebé. Y yo llore que llore: el dolor era terrible. Al principio no me salia mucho porque yo estaba completamente estresada y cuando eso sucede, la leche no baja. Traté de calmarme y al ver que iba a saliendo más y más leche pues me iba sintiendo mucho mejor. Por fin logré descansar y a mi sapito sí se le dio ese día por despertarse en la madrugada. Qué belleza.
 
Juan Felipe nockeado. 
Yo no sé si mi hijo no cogía bien la teta, pero me hacía ver el diablo encuero bailando zamba frente a mí, cada vez que comía. Yo tenía una toalla a la mano para morder cuando el empezara a succionar. El primer minuto era de lágrimas corridas. Ya después era más soportable porque no succionaba con tanta fuerza. También me dolía un poco cuando la leche bajaba cada 3 horas: los senos se me ponían duros y sentía como un corrientazo que me halaba al piso. Aún lo siento.

La única manera en la que me soportaba los pezones era lavándolos con agua después de cada toma. Si me dejaba la saliva de mi bebé, me ardía horriblemente. Al mes, más o menos, ya no sentía tanta incomodidad y la lactancia se volvió mucho más bonita.

Le di su teta a libre demanda. Exclusivamente, solo hasta los 3 meses, cuando empecé a introducir alimentos como verduras en sopitas claras. Todo bajo la supervisión de pediatra. Le seguí dando su teta a libre demanda y hasta hace un mes, fue así, ya que volví a estudiar y no estoy con el todo el tiempo. Cuando estoy con él si lo dejo que tome todo lo que quiera.

Juan duerme conmigo y duerme colgado de la teta. Ya no tanto como antes, pero aún la sigue pidiendo en la noche.

Espero poder seguir dándole al menos hasta el año. No le quiero quitar la teta pero sé que llegaremos a un acuerdo. A pesar de que la lactancia es hermosa y que estaré muy triste el día que ya no lo hagamos más, a veces siento que quiero mis senos de vuelta. Quiero que vuelvan a ser solo míos. Pero eso puede esperar, si se demora más del año, no importa. Mientras él esté feliz y saludable a mi no me importa qué tenga que sacrificar.

Apoyo 100% la lactancia y me siento orgullosa de las mujeres que lo hacen. Gracias a Dios porque soy toda una vaca suiza y por eso, ni mi hijo, ni mi bolsillo; han sabido lo que es un pote.

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