martes, 6 de marzo de 2012

Conversando sobre el castigo como una forma de educar

Por: @claudirg
www.claudia.lactivistas.org

El 25 de febrero de 2012 participé junto a madres, padres y abuelas en un conversatorio sobre el castigo como forma de educar a nuestros hijos e hijas. La invitación la hicieron jóvenes catequistas del Colegio San José de Calasanz de Caracas, estos jóvenes acompañan el camino de conocer a Jesús de un grupo de 35 niños y niñas que viven en Catia, un sector popular ubicado al oeste de Caracas. Durante éste acompañamiento, estos jóvenes, han dejado tocar sus corazones por las diferentes realidades que rodean a estos niños y niñas y optaron por organizar un encuentro entre padres y madres donde pudieran conversar sobre la forma de relación y comunicación entre padres/madres y niños/niñas.

Quisiera compartir algunas de las impresiones, temas, afirmaciones y circunstancias que fueron tratados durante este conversatorio. En el mismo participaron 15 madres, 2 padres y 2 abuelas, en términos generales, éste grupo de madres/padres representaban a un promedio de dos hijos de más de 8 años, se trataba de un grupo de adultos que tienen varios años de sus vidas practicando “alguna” forma de educación y relación con sus hijos.
En el grupo, se genero un clima de confianza donde participantes manifestaron sus puntos de vista, sin sentir algún tipo de cuestionamiento. Algunos de los ejemplos, opiniones y vivencias, ofrecidos por las madres fueron bastantes interesantes y ricos en detalles, sin embargo, por respeto a la confianza ofrecida, no serán expuestos.
El castigo para educar.
El castigo físico definido como maltrato infantil fue negado como forma correcta para castigar, sin embrago, la mayoría reconoció la nalgada (cachete) a tiempo como necesaria para educar, ya que, no fue reconocida como maltrato infantil, es decir, se tiene la creencia que todo depende de la intención con que se castigue: para infringir dolor o para educar.
Algunas madres alegaron que era necesario hablarles, eso si, en una sola dirección, ellas a los hijos e hijas. Algunas se mostraron sorprendidas ante la sugerencia de escuchar, entender, valorar y validar las señales, razonamientos, alegatos y argumentos de sus hijos e hijas. Se reconocían a sí mismas como las adultas que no podían perder autoridad y que sabían cómo era el mundo.

¿Qué es un niño/niña?
Los niños son considerados manipuladores, incluso desde el vientre, aunque algunas afirmaron, que no nacían manipuladores pero aprendían a ser, se les reconoció como inteligentes pero que debían ser educados para usar esa inteligencia hacia las cosas buenas. Algunas compartieron estrategias de amedrentamiento y amenaza, bastante elaboradas, como una estrategia para corregir y que el grupo evalúo como positiva por ser “efectivas” para corregir alguna conducta considerada negativa y porque esto no es considerado, por ellas, como maltrato.
Las mujeres-madres

Particularmente las madres participantes, lograron expresar la complejidad de las circunstancias que rodean la crianza, afirmaron que criar al mismo tiempo que se estudia y trabaja es demasiada exigencia, así como llevar los asuntos del hogar y la responsabilidad de la crianza de varios hijos e hijas con edades y etapas diferentes. Algunas madres manifestaron que, agregado a lo anterior, se suma el sentirse poco acompañadas por las parejas y la sociedad en general, llegando a sentirse muy exigidas, ante lo cual contrastó la manifiesta confianza y complicidad que se da entre mujeres de la comunidad o familiares, donde se teje una relación de alianza, apoyo y contención.
Los hombres-padres

Con respecto a las parejas, varias madres se preguntaban qué hacer cuando el padre parece otro de los hijos, al que había que hablarle, en reiteradas oportunidades sobre la inconveniencia de la violencia y la valoración positiva de los comportamientos y reacciones violentas y agresivas, sobre todo cuando se trata de los hijos varones y de ellos mismos como padres. Las madres sienten que lo que puedan tejer con las manos para garantizar el respeto hacia los hijos/hijas pueda ser desarmado por el padre que también es un referente de crianza a pesar de su ausencia. Esta inquietud permitió conversar un poco sobre los arquetipos masculinos, de hombre fuerte y su permanente virilidad exacerbada que puede llegar a ser agotadora para los padres y también para los hijos.
Crianza o batalla
Hicimos referencia a la ilusión que se vive antes de ser madres/padres que con el crecimiento del niño, la llegada de los hermanos y la complejidad de la vida, esa primera ilusión queda atrás y la crianza se transforma en un campo de batalla.  Nos preguntamos, si en parte, esto se debe a la percepción negativa que tenemos de los niños y niñas que no permite reconocer sus acciones como necesidades validas, sino como manipulación y la consecuente y temida “pérdida de autoridad”
Reconocimos que nosotros mismos, como padres y madres, venimos de hogares donde se nos ha criado de forma estricta. Conversamos sobre la creencia generalizada  de que, somos lo que somos, hoy en día: hombres y mujeres de bien, gracias a la estricta crianza que emplearon en nuestros hogares, sin embrago, la audiencia expresó enfáticamente que nuestras crianza no solo se basó en el castigo, sino también en el amor y que fue el amor recibido lo que nos hace seres de bien, que en nuestras familias, no se recurria al maltrato para educar. No hay certeza de lo que hacían nuestros padres y madres, pero se tiene la idea de que con solo levantar una ceja, era suficiente para corregir alguna actitud considerada negativa, en conclusión, se tiene la creencia que el mal comportamiento de niños y niñas en la actualidad tiene que ver con el signo de los tiempos.
A pesar de que esta afirmación puede llevar a un estado de inmovilidad e indefensión, reconocimos que, nuestros hijos también son el resultado de amor, alegría, apego y acompañamiento que reciben de nuestra parte y que mientras más de ésto reciban mejores personas son en su infancia y lo seguirán siendo en su adultez.

  Razones para evitar el castigo

Hicimos una revisión de algunas razones por las cuales se debe evitar el castigo físico y emocional, entre las que destacan, las siguientes: el castigo hace a niños y niñas propensos al comportamiento agresivo, la rebeldía y actitudes de riesgo, así como también, puede acarrear problemas emocionales como ansiedad y depresión. El castigo físico tampoco permite el aprendizaje de actitudes para la resolución de conflictos, ya que no cuentan con éste patrón de comportamiento. Otro posibles efecto del castigo es la mentira y el engaño, son reacciones a las que recurren los niños/niñas frecuentemente castigados, así mismo, el castigo físico y emocional, los hace propensos a temer, más que respetar a padres, madres y representantes, haciéndolos más proclives a ser sumisos ante otras figuras de autoridad.
Por lo tanto, el castigo emocional y físico no es efectivo cuando la intención es educar para formar hombres y mujeres de bien, seres creativos y ciudadanos/ciudadanas responsables.
¿Si no castigo cómo hago?
Las alternativas al castigo fueron tratadas en términos generales a través de cada uno de los casos expuestos y compartidos por las participantes, se hizo referencia al respeto a las necesidades de nuestros niños/niñas, muchas de las cuales eran mayoritariamente afectivas, se reforzó la necesidad de practicar la escucha activa y no hacer de la crianza un campo de batalla, para lo cual era necesario valorar a nuestros hijos y estar atentos a las señales tempranas donde solicitan atención, comprensión y apego, para lo cual también es necesario conocer, valorar y respetar, la personalidad de los muchachos y muchachas, así como sus etapas de crecimiento.
Se hizo énfasis en el respeto a hijos e hijas en tanto personas, como adultos y adultas podíamos enseñarles y facilitarles las maneras de comunicar su emociones, sin juzgar o menos preciar sus puntos de vista, que no se trata de complacerlos en todo, pero si ofrecer alternativas conjuntamente construidas y acompañarles de forma cercana cuando no es posible satisfacer exactamente alguna petición o demanda y que genere frustración en el niño, niña o joven

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