Por: @CamaronDiaz
NOTA: El siguiente artículo (ensayo) hace parte de un trabajo hecho para la Universidad, que estuvo nominado a los premios Emisión de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. Espero puedan leerlo todo. Gracias y adelante.
Pensar, un ejercicio complicado que requiere tiempo para organizar ideas, “como cuando les dicen: hagan un dibujo libre, así es un ensayo: pensamiento libre” dice Ximena Forero, profesora de la Universidad de Antioquia, y realmente ante la enorme falta de tiempo por mis labores de madre, mi trabajo como asistente en la universidad y el trasnocho que deja el trabajo en bares los fines de semana, (sumado a que mis fuentes para lo que tenía pensado no quieren hablar) veo más factible hacer el tan evadido ensayo para mi trabajo final. Los temas se pasean por mi cabeza y no logro concebir ideas, aunque la palabra concebir sea un estigma para mí.
Es sábado, son las 3:00 de la tarde y estoy cumpliendo con mi papel de madre, estudiando con mi hija; eso me recuerda cuando mi mamá estudiaba, ya era un adulto cuando empezó a hacerlo, recuerdo las aulas de paredes amarillo claro, la gente grande, las sillas viejas, el tablero verde con letras blancas; ella sentada, con un cuaderno en frente, tratando de entender números y símbolos, y en otra silla, yo. Mi madre era la única mujer joven del grupo que tenía hijos, por esa época iba al jardín todo el día y en las noches estaba con ella en ‘La Nocturna’, como le decían los mayores y los profesores al colegio de los grandes.
Para mantenerme quieta y en silencio, me daba papel y lápiz, y me pedía dibujar (dibujo libre tal vez, como este pensamiento), en muchas ocasiones me quedaba dormida, en otras me salía a jugar al patio mal iluminado, contaba estrellas o hablaba sola, una rutina de varios años, en la que tres veces por semana, estudiaba con los adultos, pues en casa no había nadie que me cuidara.
Hoy, como ella, voy todos los días a la universidad y Juliana, mi hija de 5 años, como yo, me acompaña. Se levanta temprano preguntando qué uniforme le toca ponerse, sabe que si es el vestido, le tocan las clases conmigo; pide desayuno, se baña, se viste y específicamente me dice “quiero dos colitas”, para su peinado. Trabajo en mis pocas horas libres del día en la facultad como asistente, mientras Juliana está en el colegio; por las noches hago las tareas con ella y cuando duerme, hago mis deberes académicos; los fines de semana soy por 12 horas, de noche, mesera de un bar. El tiempo con mi hija es el de las aulas, no podría estudiar sin trabajar, y no me quiero dedicar a trabajar sin estudiar.
Pensar, un ejercicio complicado que requiere tiempo para organizar ideas, “como cuando les dicen: hagan un dibujo libre, así es un ensayo: pensamiento libre” dice Ximena Forero, profesora de la Universidad de Antioquia, y realmente ante la enorme falta de tiempo por mis labores de madre, mi trabajo como asistente en la universidad y el trasnocho que deja el trabajo en bares los fines de semana, (sumado a que mis fuentes para lo que tenía pensado no quieren hablar) veo más factible hacer el tan evadido ensayo para mi trabajo final. Los temas se pasean por mi cabeza y no logro concebir ideas, aunque la palabra concebir sea un estigma para mí.
Es sábado, son las 3:00 de la tarde y estoy cumpliendo con mi papel de madre, estudiando con mi hija; eso me recuerda cuando mi mamá estudiaba, ya era un adulto cuando empezó a hacerlo, recuerdo las aulas de paredes amarillo claro, la gente grande, las sillas viejas, el tablero verde con letras blancas; ella sentada, con un cuaderno en frente, tratando de entender números y símbolos, y en otra silla, yo. Mi madre era la única mujer joven del grupo que tenía hijos, por esa época iba al jardín todo el día y en las noches estaba con ella en ‘La Nocturna’, como le decían los mayores y los profesores al colegio de los grandes.
Para mantenerme quieta y en silencio, me daba papel y lápiz, y me pedía dibujar (dibujo libre tal vez, como este pensamiento), en muchas ocasiones me quedaba dormida, en otras me salía a jugar al patio mal iluminado, contaba estrellas o hablaba sola, una rutina de varios años, en la que tres veces por semana, estudiaba con los adultos, pues en casa no había nadie que me cuidara.
Hoy, como ella, voy todos los días a la universidad y Juliana, mi hija de 5 años, como yo, me acompaña. Se levanta temprano preguntando qué uniforme le toca ponerse, sabe que si es el vestido, le tocan las clases conmigo; pide desayuno, se baña, se viste y específicamente me dice “quiero dos colitas”, para su peinado. Trabajo en mis pocas horas libres del día en la facultad como asistente, mientras Juliana está en el colegio; por las noches hago las tareas con ella y cuando duerme, hago mis deberes académicos; los fines de semana soy por 12 horas, de noche, mesera de un bar. El tiempo con mi hija es el de las aulas, no podría estudiar sin trabajar, y no me quiero dedicar a trabajar sin estudiar.
El que ni estudia ni trabaja, también progresa; pero solamente hacia la ignorancia y pobreza.
(Anónimo)En una era donde el sexo cada vez es más frecuente y los embarazos adolescentes parecen ser ‘al por mayor’, donde la educación parece ser un privilegio más que un derecho y, el trabajar y estudiar, el factor común para poder subsistir y asegurarse un futuro mejor, muchas jóvenes apelamos al recurso de hacer la carrera con nuestro hijos, sentarlos en una silla, poner en sus manos colores y papel, y dejarles ver, con sus ojos de niños el mundo de los grandes, un mundo del cual deben tomar lo mejor, aunque el ambiente en la universidad no sea para ellos.
Nunca quise tener hijos, tal vez por aquello de la guerra, del hambre, la violencia, la injusticia, la pobreza, el desempleo, etc., también por no ser parte de la larga cadena de madres solteras y jóvenes embarazadas, que se suman a las estadísticas no existentes de mujeres sin educación o con educación a medias. Y digo no existentes, porque el DANE siendo la entidad encargada de cuantificar este tipo de fenómenos sociales, solo tiene estadísticas de mujeres con Educación Formal . Sobre las cifras de mujeres con hijos, en la universidad pública, no hay datos. En el caso de la Universidad de Antioquia, que es donde estudio, la Dirección de Bienestar, tampoco tiene datos, no se ha tomado el trabajo de censar a sus alumnas. Si la universidad tiene programas de beneficios dirigidos a las comunidades más vulnerables, como las negritudes o las comunidades indígenas, ¿por qué no tiene uno para proteger a las madres solteras, cabezas de familia?, también son una comunidad vulnerable dentro de la sociedad.
Mi caso no es como el de muchas adolescentes ‘premiadas’ por no cuidarse, como dicen sus papás. A pesar de que la ciencia sea tan exacta o se mofe de serlo, no han logrado controlar lo divino, el poder de Dios, las decisiones de la naturaleza o como le quieran llamar, y planificando con las dichosas pastillas, yo quedé en embarazo, decidí entonces, porque todo en la vida se trata de tomar decisiones, tener a mi hija. Un hermoso ser que da fe de que el margen de error que advierten tener los anticonceptivos, en sus empaques, no es broma.
Descarga el Artículo Completo: Mujeres Multitask: Madres, Estudiantes y Empleadas.
Tomado del blog "Vida rutinaria"
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