lunes, 20 de enero de 2014

Los abrazos de una mamá

Por: @La_New 

Algo tan esencial como los brazos, que nos sirven desde el día que nacemos para comunicarnos, transportarnos o apoyarnos, para mí, como mamá, han tomado un papel nuevo y significativo.

Desde que empezó el proceso para convertirme en mamá, mis brazos han servido como muñecos vudús. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que me sacaron sangre para un millón de estudios, perfiles hormonales, biometrías hemáticas, etc, etc, etc

He descubierto en mis brazos una fuerza interna (y externa!) espectacular, que no sabía que estaba allí, pero mis hijas potencializan cada día. Y a veces se cansan y duelen y me veo obligada a bajarlos, soltar el control y rendirme. Y entonces encuentro otros brazos:

Los de mi esposo. Esos brazos fuertes me ayudan a levantarme y me abrazan para dormir y retomar fuerzas.

Los de mi mamá. Que como cuando era niña, siguen siendo el mejor consuelo y ahora son la mejor inspiración.

Los de mis hijas. Que son el mejor motor y con su abrazo cuando me ven llegar, hacen que valga la pena cualquier cosa que haya pasado en el día.


¿Cómo ves ahora tus brazos, después de ser mamá? ¿Y cómo te ves a ti?



Imaginario sobre la discapacidad


Un tema que me ha tocado lidiar muy seguido es el bullying a través de redes sociales, Se burlan de la condición de Nana y de su enfermedad. En Septiembre y escribí un post sobre el tema y por si no lo han leído pueden hacerlo aquí
Hoy quiero compartirles un ejercicio para que cambien un poco las creencias o ideas que tienen sobre las personas con discapacidad:

Hagan el ejercicio de ponerse un ratico en los zapatos de una persona con discapacidad motriz o cognitiva. Imaginen que alguien los mira con asco, con miedo y hace un comentario negativo sobre tu condición. Imaginen que no pueden hablar, ni caminar, que dependen 100% de otras personas para todas las actividades diarias ¿Como se sentirían? ¿Qué piensan?

Luego hagan el ejercicio de ponerse en los zapatos de un familiar de una persona con discapacidad. Imaginen como es su día a día, las citas médicas, las enfermedades, etc ¿Qué sienten? ¿En qué piensan?

¿Por qué les pido que hagan ese ejercicio?: Para que cambien su forma de ver a las personas que tienen cualquier tipo de discapacidad.También para que dejen de usar palabras como: "Retrasado, mongólico, paralítico, etc." como un insulto! Son palabras denigrantes y muy fuertes, y eso es algo que   a diario se vive en redes sociales. Espero sus comentarios y tuits sobre el resultado de este ejercicio para luego reunir todas las respuestas e ideas y hacer un nuevo post sobre el tema.

Por favor, antes de juzgar o burlase de una persona con discapacidad piensen en todo lo que ha tenido que pasar, todas las batallas que ha vivido. Desafortunadamente la mayoría de personas no están preparadas para convivir con la discapacidad. Hay que cambiar el imaginario que existe! Debemos dejar de ver la discapacidad con lástima, con repudio, con miedo. Detrás de cada una de esas personas hay una historia de vida! Podemos aprender muchas cosas de la discapacidad. Podemos aprender a ser fuertes, a jamás perder la esperanza y a valorar lo que tenemos.
Espero que estas reflexiones hayan servido de algo, son ideas sueltas que rondan en mi cabeza y que algún día compartí en mi cuenta de Twitter pero que hoy decidí reunirlas y profundizar en ellas.


Con complejo de súper heroína

Por: @morganadeleon


Pasando la mitad de los veinte, uno se empieza a dar cuenta que muchas personas cercanas y no tanto, se convierten en padres. Las madres, sobre todo, quieren documentar cada sonrisa, suspiro y demás de su nuevo hijo. Con las redes sociales, hubo una explosión que las ha sobrecargado de imágenes, frases y mil cosas más sobre lo difícil y gratificante que resulta ser mamá. Algo que para muchos puede resultar tonto, exagerado o que estamos ostentando de un gran complejo de súper heroína.

He leído cosas como que las abuelas de antes tenían más de diez hijos y no hacían tanta bulla, también leo los múltiples comentarios de muchos que se quejan de esos ‘mocosos’ chillones y pataletudos en el transporte público.
Regresemos unas cuantas décadas en la historia y analicemos las cosas. Hace 70-50 años, las mujeres eran madres y esposas dedicadas. Su única función era mantener la casa arreglada, cuidar a los hijos y mantener felices a sus no muy condescendientes maridos; (pilas, cuando digo únicas, no quiero decir que sean labores fáciles, son bien complejas y bastante desagradecidas).
La mujer no era más que eso, eran muy pocas las que trabajaban y se mantenían solas, algo muy común hoy día. La tendencia era tener familias numerosas, ‘regar la sangre’, no importaba si la esposa quería o no. Los métodos anticonceptivos no eran muy conocidos, eran de difícil acceso y, además, eran vistas como malas mujeres por su uso (todavía, para algunas sectas religiosas es así). Se casaban jóvenes, incluso, siendo niñas aún. Eran educadas para ser esposas y madres ejemplares, no en vano, en los colegios para señoritas, se veían clases de cocina, repostería, costura, tejido y otras artes del hogar. Era difícil que proyectaran su vida sin un hombre al lado.
Mi generación fue educada de manera diferente. A nosotras nos enseñaron a ser autosuficientes. Tenemos clarísimo que no necesitamos a un hombre al lado para hacer nuestra vida perfectamente. Es más, muchas prefieren no tenerlo, ya que lo ven como un obstáculo para alcanzar sus metas y cumplir sus sueños. Tener hijos es cuestión de elección, no de obligación. Nos da pánico el matrimonio. Muchas, como yo, fuimos madres antes de los 30, pero tenemos clarísimo que no está mal si se tiene después. Sobre nuestra espalda recayó el peso de ser mujeres exitosas y brillantes profesionales, algo de lo cual me siento muy feliz y orgullosa, pues no me cuadra mi vida encerrada en la casa, haciendo oficio y haciendo las cosas que las abuelitas hacían a mi edad.
Sabemos que la vida social es necesaria. Nos gusta salir de rumba con los amigos, emborracharnos, sí, emborracharnos. Esperamos con ansías locas los conciertos o partidos de fútbol. Queremos viajar, estudiar, aprender, conocer. No podemos con la idea de ser sumisas y agachar la cabeza. Tenemos claro que podemos hacer dos o más cosas a la vez. Somos la generación de las súper mujeres, esas a las que no les da miedo nada y no se les ‘arruga’ nada para alcanzar lo que se proponen.
Y es por eso mismo que hacemos todo un show cuando somos madres. Como en nuestra cabeza no se adaptó el chip de la mamá ama de casa, queremos seguir con todas nuestras actividades recurrentes cuando llega el bebé a la vida, algunos por accidente, otros planeados.
No crean que es fácil de pasar de un régimen de salidas nocturnas desde el miércoles, a una vida de la ‘tranquilidad’ de la casa. Y con tranquilidad me refiero a no salir y escuchar música a todo volumen, sino ver dibujos animados a todo volumen cuando uno quiere ver una serie de zombies y estar absolutamente quieto.

La parte más difícil, tal vez, es el trabajo, combinar el éxito profesional, con el éxito maternal y peor aún, con el éxito de la vida en pareja (si se tiene). Como comunicadora, debo estar dispuesta a trabajar en horarios no muy horarios. Cuando un bebé llega a la vida de una mujer que se proyecta lejos en su vida profesional, las cosas y proyectos pueden cambiar un poco. No he sido contratada por ser mamá. Mil veces he tenido que escoger entre el trabajo y Juan Martín, ¿Adivinen quién ha ganado la batalla las mil veces? Dejar de ser egoísta es muy difícil cuando antes sólo te preocupabas por gastar tu salario en tus caprichos y tu tiempo lo invertías en cada una de las ‘loqueras’ que se te cruzaban por la cabeza.
Está uno en el trabajo, relativamente tranquilo, dándole átomos, cuando suena el celular y, ¡¡¡tarán!!!, es una llamada del jardín. Sepan que una mamá es alarmista en todos y cada uno de los casos posibles. Con el corazón a mil, uno contesta y le dicen algo como – Mamita, Juan Martín ha vomitado dos veces y tiene mucha fiebre, es mejor que lo venga a recoger. Jardín – Trabajo de la mamá, cada uno en un extremo de la ciudad. Pasar por la oficina de jefe a pedir permiso, que lo miren con cara de revolver y diga algo como – Puede ir pero déjeme listo lo que le pedí (sabiendo que es una actividad que no se realiza en 20 minutos). ¿Ustedes qué harían si los llaman y les dicen que uno de sus padres está grave en la clínica, queridos amigos no padres? Pues lo que yo hago cuando me dicen que Martín está enfermo, tiro todo al carajo viejo y salgo corriendo como loca a ver qué pasó.
Díganme si no es delicioso llegar a la casa, que la mamá le tenga la comidita caliente después del trabajo, sacar al perro o acariciar al gato y dedicarse a nada mientras se duermen, porque claro, fue un día pesado en la oficina y hay que reponer energías. Resulta que cuando uno es mamá no puede hacer eso. Llega uno cansado de la oficina, estresado por cuenta de las dos horas que perdió en el trancón a revisar las tareas, hacer la comida, alistar las cosas del día siguiente, hacer que niños pequeños se cepillen los dientes, se laven las manos y se acuesten a dormir temprano para que el día siguiente no sea todo un caos. A eso súmenle el tiempo en pareja y el asuntico que quedó pendiente del informe que debe entregar en dos días. Resulta uno siendo el último en acostarse y el primero en estar de pie en la mañana.
De otra parte están los amigos y esas actividades que antes resultaban sagradas. Es una suerte si uno puede tomarse más de dos cervezas y eso de ir al gimnasio, estadio o spa, de verdad que es un lujo. Nos convertimos, sin querer, en las amigas ingratas que siempre sacan el cuerpo y todo el tiempo están cansados o con afán de llegar a la casa a ver qué pasó con sus retoños.
Y es que con las mil cosas, maromas y peripecias que debemos hacer para quedar bien en todo lado, pues claro que uno se come el cuento y, completico, de la súper heroína.

¿Cómo creen que logramos escaparnos, tomarnos unos tragos y hasta emborracharnos y, al día siguiente estar regías jugando con los niños? O mejor aún ¿Ustedes creen que no nos fastidian y no nos dan ganas de taparle el pico a nuestros hijos cuando hacen berrinche en un lugar público? Pues obvio, queremos que nos trague la tierra y, hay que ser sumamente valientes para poder aguantarlos, lidiarlos, calmarlos y además, soportar sus miradas acusadoras, acompañadas de sus comentarios. Les apuesto lo que quieran a que ustedes, queridos lectores no padres, no tienen el oído tan desarrollado como para escuchar a través de las paredes, incluso de un piso a otro, la tos de un niño; la vista tan aguda, acompañada de un GPS ultra genial, para encontrar partes pequeñitas de juguetes; estoy segura que eso de la telepatía y la adivinación no se les da, por eso sólo las mamás llegan en el momento justo de la pilatuna, saben perfectamente quién nos conviene y quién no; su tacto no es tan sensible como para saber si un tetero o la tina del baño están a la temperatura ideal y no causar quemaduras y, tampoco es tan cálido, como para curar heridas y dolores terribles con una simple caricia.
Yo tengo complejo de súper heroína. Soy la mamá que Martín necesita, soy la pareja que quiere a su compañero, soy una profesional exitosa que cada se esfuerza por demostrar que ser mamá no es ningún inconveniente, ni una suerte de discapacidad para ejercer, soy una amiga que quiere a sus amigos y hace los mayores esfuerzos por dedicarles tiempo, así sea en el chat, cuando la necesitan, soy ama de casa (porque no tengo para pagar empleada que me haga el oficio) y cada día doy la batalla para que mi casa esté linda y habitable.
No desconozco el valor de esas matronas que tenían de cinco hijos en adelante, las admiro y respeto muchísimo, pues la verdad sea dicha, yo no podría con otro niño en mi vida, fueron las súper heroínas que en su época les permitieron ser. Madres dedicadas y esposas abnegadas, ellas llegaron hasta donde pudieron y nos abrieron las puertas para que hoy seamos las mujeres que queremos ser y como queremos ser. Gracias.

Por eso, invito a las personas que no tienen hijos a que, por sólo un momento, entiendan cuán difícil puede ser la posición de muchas de nosotras, por qué la Mujer Maravilla nos quedó en pañales y a ser un poco más tolerantes con las situaciones que resulten incómodas y tengan niños pequeños de por medio.