martes, 23 de julio de 2013

¿Papá cajero?

Por @punketa

No se si ustedes hayan escuchado ese horrible término para hacer referencia a esos padres que han reconocido a sus hijos pero por su condición han sido ausentes en los momentos más importantes de sus hijos. Empecemos diciendo que no solo hago referencia a papá como masculino sino como padre/madre (padres) ya que es más corto de escribir y yo sé que ustedes me entienden perfectamente.

En Colombia hay leyes que favorecen principalmente a la mujer como progenitora y como custodia del niño/niña en caso que haya algún inconveniente entre los dos padres y como estándar tienen una ley que indica que el padre que no tiene la custodia debe ver a su hijo cada 15 días los fines de semana. Esta ley varía de acuerdo a como la establezcan los papás pero casi siempre firman este acuerdo para evitar mayores inconvenientes. Adicional se acuerda un monto económico que ese padre (no custodia) que debe aportar periódicamente para el sostenimiento escolar, salud, alimentación, vivienda entre otros. Por lo general este monto es igualitario para madre y padre sin importar quien tenga la custodia.

Ya ubicándolos en contexto histórico-legal les comento que acá es muy común encontrar padres ausentes por el hecho que esta misma ley únicamente les deja ver a sus hijos cada determinado tiempo. Pero ¿es necesario que usted como padre únicamente esté pendiente de sus hijos cada 15 días o cada vez que la ley se lo permita? ¿Usted llama a diario para saber como les fue a sus hijos en el jardín o colegio? ¿Usted llama si se ha enfermado de alguna gripa o si necesita alguna ayuda para ellos? ¿Usted está pendiente de los inconvenientes que se hayan presentado con sus hijos en el colegio o con sus familares? ¿Usted habla con ellos por teléfono así no los pueda ver y les pregunta como les ha ido? Si usted no hace eso durante el tiempo que no puede ver físicamente a sus hijos, entonces usted es un papá cajero.
http://www.zazzle.com

Ahora, usted como padre tiene la fortuna de mantener a sus hijos económicamente muy bien, los tiene con un buen sistema de salud, un colegio adecuado, pero por cosas de la vida usted no sabe como le ha ido a su hijo en el colegio, no sabe ni como se llama la profesora, usted no sabe si sus hijos necesitan un par de medias nuevas (porque entre más pequeños crecen más rápido y todo les va quedando en poco tiempo), si han tenido algún problema académico o de disciplina. Una cosa es que usted sea el papá pero otra cosa es que toque recordarle que hay algo más allá del dinero que no se compra: el cariño, la responsabilidad, la pertenencia por ser un padre. Si usted aplica a muchas de estas situaciones entonces usted es un papá cajero.


Ahí va otra perlita ¿Usted sabe cuánto pesan sus hijos? ¿Tienen que tomar algún medicamento para aliviar algún dolor? ¿Usted va a las citas médicas con ellos? ¿Lleva o recoge a sus hijos del colegio algún día cualquiera? ¿Va a las reuniones de padres y conoce el avance de sus hijos académica, motriz, disciplinariamente?

El hecho que usted no tenga la custodia de sus hijos no le da el derecho de asumir que durante el tiempo que usted no tiene a cargo a sus hijos usted no es el padre, ni mucho menos que tiene menos responsabilidad. Usted debe saber que la persona que tiene a cargo la custodia de sus hijos se parte el cuerpo y la mente por tratar de mantener un equilibrio entre el tiempo, el trabajo, el hogar, familia, asuntos personales y otro sin fin de cosas adicionales al cuidado de los hijos. No estoy diciendo ni mucho menos que se quiera entregar la custodia, pero da tristeza saber que esos padres cajeros se dan a la locha y que ni siquiera saben cómo van sus hijos de crecimiento. Muchos padres actualmente nos toca hacer de padre y madre porque los demás asumen que una cuota económica periódica es suficiente para hacer de ‘padres’. Como leí hace poco ‘ser papá es una labor en la que primero se otorga el título y luego se da la experiencia’ y aunque me atrevo a decir que la mayoría son padres de verdad, algunos y muchos que conozco, no han podido asumir esta hermosa labor con responsabilidad y con amor.

No sean papás cajeros. Sus hijos algún día se darán cuenta de quienes estuvieron a sus lado durante su niñez, quienes estuvieron cuando se cayeron y alguien les sobó la rodilla con un sana-que-sana, quienes los vieron crecer y cambiar de ropa porque ya no les quedaba, quienes aprovechan el momento más inesperado para un abrazo, una llamada o un simple besito, quienes lavaron sus prendas sucias de tanto jugar en el parque, quienes estuvieron ahí cuando les sucedió algo extraordinario en el colegio o sencillamente quienes estuvieron ahí para decirles cuánto los amaban de verdad sin importar las peleas, el mal genio o los problemas diarios.

Lo más importante que tengo que decir sobre esto es que los papás no podemos ser tan egoístas con nuestros hijos y que a pesar de que estemos separados debemos darle lo mejor, acompañarlos, guiarlos porque si bien, hay muchos padres totalmente ausentes, también existen aquellos que pueden y deberían estar ahí junto a ellos. Tenemos niños muy inteligentes que se dan cuenta de todo lo que pasa alrededor así nosotros no lo notemos.

Por esto y por mucho más es que nunca, jamás de los jamases debemos ser padres cajeros.

jueves, 11 de julio de 2013

Para Carolina y Mariana: lo que debo aprender

Por: @punketa

Con Mariana, Caro y Eric conociendo Barranquilla
No sé si empezar a escribir este post como que mi hijo nació ‘normal’. No sé, desde que conocí a Carolina y a otras mamás en las que sus hijos han tenido o tienen actualmente una situación complicada con sus hijos por algún tipo de enfermedad o condición no creo conveniente llamar a niños sin esas condiciones como normal. Más bien diré que mi hijo nació por fortuna con una excelente condición de salud.

Llamar a un niño o una persona como ‘normal’ o ‘no normal’ es algo muy feo para mi. He aprendido a valorar a estas mamás y estos niños que han tenido que enfrentar todo un mundo de situaciones debido a las complicaciones de salud por causa de enfermedad o condición y a pesar de todo siguen siendo normales, ¿por qué? porque siguen comiendo, siguen jugando, siguen haciendo sus necesidades, otra cosa es que tengan limitaciones físicas puntuales que no les permiten hacer ciertas actividades.

Aunque en mi familia y en mi círculo cercano de amigos no había conocido casos como el de Mariana, ni en niños ni en adultos y la verdad nunca me pareció un tema importante, resulta que estaba equivocada. Al no tener contacto cercano con estos casos pues uno no sabe como actuar, como reaccionar, como mirar a esta persona. Las primeras veces me sentía como una idiota intentando parecer actual ‘normal’ y lo que causaba era una reacción extraña en mi hacia la otra persona, como si fuera un bicho raro, no sabía cómo saludar, ni acercarme ni nada de eso.

Cuando empecé a entender que una persona con una discapacidad o una condición especial debe tener una vida lo más natural posible fue cuando aprendí a valorar todos esos esfuerzos de las mamás y de las familias por mantener esta premisa. Al conocer a Carolina y su historia con Mariana, la de Martha con Nico y otros casos más lejanos me di cuenta que las mamás somos una guerreras, que hacemos hasta lo imposible por darle a nuestros niños una vida tranquila, con salud, educación y mucho amor Me parece increíble todo el esfuerzo físico, mental y monetario que deben hacer todas estas madres porque sus hijos tengan una vida lo más relajada posible. Todo ese esfuerzo se ve reflejado hoy en día cuando veo que sus hijos progresan en sus distintas condiciones, con un trabajo, familia y casa por cuidar.

En mi caso que vivo al 1000% con todos mis quehaceres diarios no logro concebir que ellas deben hacer un esfuerzo al doble o triple porque sencillamente sus hijos lo requieren. Lo mas lindo de todo esto es que este esfuerzo se ve compensado día a día con el cariño que les brindan sus hijos, una sonrisa, una nueva habilidad, un nuevo progreso con su condición, una nueva palabra por decir.

Después de todo este montón de palabras sólo digo que este post está dedicado a mi gran amiga Carolina, en la que veo un futuro gigante de posibilidades junto a Mariana, porque he visto los avances enormes en su condición con parálisis cerebral, porque he visto como Carolina con sus esfuerzo y su paciencia ha logrado sacar a Mari de toda esta situación tan adversa, que también con su familia han tenido la fuerza de sacarla de sus momentos de salud adversos. A pesar del tiempo de conocerlas aún no he podido concebir cómo hubiera sido mi vida si Eric si tuviera PC o cualquier otra condición y es por eso que la admiro muchísimo, porque he aprendido a valorar y respetar a todas estas personas, he aprendido a valorar la buena salud y el esfuerzo que uno hace como madre por el bienestar de los hijos.

Carolina, te quiero mucho y deseo de corazón que Mariana se siga recuperando. Sigue siendo fuerte y paciente con todos los nuevos obstáculos que se vienen, porque aún cuando Mariana haya avanzado siempre hay que estar preparada para nuevos retos. Les espera una vida llena de muchas más alegrías que tristezas. Son unas luchadoras.

Modelo de mujer

Por: @Zavila 

Estos días he pensado mucho en el modelo de mujer que soy para mi hija. La veo crecer, y cada día que pasa es evidente que me observa con detenimiento y me imita en cosas aparentemente superficiales (como mi manera de hablar y de vestir, mi manía de decir gracias por todo y a todos), así como en cosas más de fondo (actitudes, reacciones, posturas frente a una u otra cosa). Y entonces, he comenzado a cuestionarme mucho. A pensarme más como mujer, no tanto como madre, esposa o hija. A observarme, simplemente como el ser que soy y a preguntarme por los mensajes tácitos que le trasmito, por mi amor propio y mi autoestima, por la visión que tengo de mi cuerpo y de la belleza, por el ser humano femenino que soy a diario, no racionalmente sino realmente. Tratando de verme sin juzgarme, buscando identificar, con claridad y sin excusas, mi lugar en este mundo, con el único fin de sentirme tranquila y cómoda, no para ser un modelo "perfecto" o " bueno" de mujer (no creo que eso realmente exista) sino para que a través del encuentro conmigo misma pueda llegar a estar más conectada y a ser más auténtica, más honesta y real, más humana e imperfecta. Ojalá algún día lo logre, por que se que este es el camino que me exige mi existencia y que le debo a mi hija.

Paseando por la blogósfera me topé con este post de Proyecto Alegría, que a propósito de este tema, reproducía una carta que Kasey Edwards escribió para su mamá. Me ha parecido clara, fuerte y reveladora, por eso la comparto aquí nuevamente, como una oportunidad de abrir los ojos y observarnos como seres humanos y como modelos de hombres y mujeres que somos para nuestros pequeños hijos.

“Querida mamá,
Cuando tenía 7 años descubrí que eras gorda, fea y horrible. Hasta ese momento había creído que eras preciosa – en todos los sentidos de la palabra. Me recuerdo ojeando viejos álbumes y mirando fotos tuyas sobre la cubierta de un barco. Llevabas puesto un bañador blanco sin tirantes que me parecía súper glamuroso,  parecías una estrella de cine. Cada vez que tenía oportunidad sacaba de tu último cajón ese maravilloso bañador blanco e imaginaba el día en que sería lo suficientemente mayor para llevarlo; el día en que me parecería a ti.
Pero todo eso cambió una noche en que, vestidas las dos para ir a una fiesta, me dijiste: “Mírate, tan delgada, tan guapa y tan preciosa. Y mírame a mi, gorda, fea y horrible.”
Al principio no entendía qué querías decir. “Tú no estás gorda” te dije con fervor e inocencia, “Sí, cariño, yo siempre he estado gorda, incluso cuando era niña”.
En los días que siguieron tuve algunas revelaciones dolorosas que han marcado toda mi vida. En los días que siguieron aprendí que:
1.  Efectivamente debías estar gorda porque las madres no mienten.
2.  La gordura es fea y horrible.
3.  Cuando creciera me iba a parecer a ti y por lo tanto yo también sería gorda, fea y horrible.
Años más tarde recordé esta conversación y todas las que le siguieron y te maldije por sentirte tan poco atractiva, por ser tan insegura y por considerarte tan poco valiosa. Porque, como mi primer y más importante modelo a seguir, me enseñaste a pensar lo mismo sobre mi persona.
Con cada mueca de disgusto que dedicabas a tu imagen en el espejo, con cada nueva dieta milagrosa que iba a cambiar tu vida, con cada cucharada culpable de “realmente-no-debería”, aprendía que las mujeres debían ser delgadas para ser validas y merecedoras. Las chicas tienen que privarse porque su mayor contribución al mundo es su belleza física.
Al igual que tú, he pasado mi vida sintiéndome gorda. ¿Pero cuándo se convirtió la gordura en un sentimiento? Y porque pensaba que estaba gorda, sabía que no era valida.
Pero ahora que soy más mayor y que yo también soy madre, sé que culparte por el odio que siento hacia mi cuerpo es inútil e injusto. Ahora puedo entender que tú también eres producto de un largo y nutrido linaje de mujeres a las que enseñaron a despreciarse a si mismas.
Fíjate en el ejemplo que la yaya sembró en ti. A pesar de poseer ese tipo de belleza y elegancia que solo puede considerarse como esquelética, estuvo a dieta todos y cada uno de los días de su vida hasta el día en que murió con 79 años. Solía maquillarse incluso para salir a coger las cartas del buzón por miedo a que alguien pudiera verla sin pintar.
Recuerdo su “compasiva” respuesta cuando le anunciaste que papá te había dejado por otra mujer. Su primer comentario fue “No puedo entender por qué te ha dejado. Te cuidas y te pintas los labios. Y es verdad que tienes sobrepeso, pero no tanto.”
Antes de irse, papá tampoco te proveyó de ningún bálsamo para calmar tu tormento sobre tu aspecto físico.
Jesús, Jan” le oí decirte “No es tan difícil. Energía hacia dentro contra energía hacia afuera. Si quieres perder peso solo tienes que comer menos.”
Durante la cena de esa noche te vi poner en práctica la cura para perder peso de papá. “energía hacia dentro contra energía hacia afuera: Jesús, Jan, ¡come menos!”. Habías preparado chow mein para cenar y a todos nos serviste en platos llanos, a todos excepto a ti misma. Tu ración de Chow Mein la serviste en un platillo de café.
Mientras estabas sentada delante de esa patética ración de comida te resbalaban lágrimas silenciosas por las mejillas, y yo no te dije nada. Ni siquiera cuando tus sollozos aumentaron de intensidad y hacían que te temblaran los hombros. Nosotros nos comimos nuestra cena en silencio. Nadie te consoló. Nadie te dijo déjate de ridiculeces y sírvete una ración decente en un plato decente. Nadie te dijo que ya eras amada y merecedora de ese amor. Tus logros y tu valía – como profesora de niños con necesidades especiales y como dedicada madre de 3 hijos – palidecían hasta hacerse insignificantes comparados con los centímetros de cintura que no podías perder.
Me rompió el corazón ser testigo de tu desesperación y siento no haber corrido a defenderte. Ya había aprendido que el hecho de que estuvieses gorda era culpa tuya. Había incluso oído a papá decir que perder peso era un proceso “simple” y aún así tú no parecías ser capaz de entenderlo. La lección obtenida fue que no te merecías comer más y desde luego no te merecías ninguna simpatía.
Pero estaba equivocada, mamá. Ahora entiendo lo que significa crecer en una sociedad que dice a sus mujeres que la belleza es lo más importante mientras al mismo tiempo establece unos parámetros de belleza que están permanentemente fuera de su alcance. También conozco el dolor de haber interiorizado estos mensajes.  Nos hemos convertido en nuestros propios carceleros y nos infligimos nuestros propios castigos por no estar a la altura. Nadie es más cruel con nosotras que nosotras mismas.
Pero esta locura tiene que acabar, mamá. Termina contigo, termina conmigo, y termina ahora mismo. Nos merecemos más – mucho más que un montón de días arruinados por pensamientos negativos sobre nuestros cuerpos deseando que pudiesen ser de otra manera.
Porque ya no tiene que ver solo contigo y conmigo, ahora también tiene que ver con Violet. Tu nieta solo tiene 3 años y no quiero que el odio hacia su propio cuerpo eche raíces dentro de ella y estrangule sus posibilidades de ser feliz, su confianza en si misma y su potencial. No quiero que Violet piense que su belleza es su mayor virtud; que será la que defina su valía para el mundo. Cuando Violet nos mire para aprender cómo ser mujer, tenemos que ser los mejores modelos posibles. Tenemos que enseñarle con nuestras palabras y acciones que las mujeres somos suficientemente buenas tal y como somos. Y para que nos crea, tenemos que creérnoslo nosotras.
Cuanto más mayores nos hacemos más son las personas amadas que hemos perdido debido a accidentes o enfermedades. Sus muertes son siempre una tragedia y suceden demasiado pronto. A veces pienso en lo que estos amigos  – y las personas que les amaban – no darían por poder pasar un poco más de tiempo en un cuerpo sano. Un cuerpo que les permitiría vivir un poco más. El tamaño que tendrían los muslos de ese cuerpo o las arrugas que tendría esa cara, no tendrían ninguna importancia. Sería un cuerpo vivo y por lo tanto perfecto.
Tu cuerpo también es perfecto. Te permite conquistar a una habitación entera con solo una de tus sonrisas y contagiar a todo el mundo que haya en ella con tu risa. Te permite tener brazos con los que rodear a Violet y achucharla fuerte hasta que no puede parar de reír. Cada momento que pasamos preocupándonos por nuestros “defectos” físicos estamos malgastando una preciosa rebanada de vida que no podremos recuperar.
Honremos y respetemos nuestros cuerpos por todo lo que nos permiten hacer en vez de despreciarlos por su apariencia. Concentrémonos en vivir vidas saludables y activas, dejemos que el peso caiga donde tenga que caer y consignemos al pasado, que es donde pertenece, el odio hacia nuestros cuerpos.
Cuando hace todos esos años miraba esas fotos tuyas con el bañador blanco, mis ojos inocentes aún podían ver la verdad. Yo veía amor incondicional, belleza y sabiduría. Veía a mi madre.
Te quiero
Kasey”

miércoles, 10 de julio de 2013

El largo camino de la aceptación

Por: Carolina

Cuando estaba embarazada imaginaba como sería Mariana, sus ojos, sus sonrisa, la imaginaba corriendo por la sala, recibiendo un diploma por ser buena alumna, bailando y cantando en los actos culturales del colegio, hasta me imagine con nietos. Como madres esperamos un bebé sano y sin complicaciones, en nuestro caso no fue así.

 A Nana la diagnosticaron a los 6-7 meses de nacida, nos dieron un parte medico muy negativo. Decidí no creerle a la doctora, creí en mi hija que es una guerrera. Mariana sorprende, alegra la vida de todos  y hace que todo sea mas fácil nada mas con sonreír.

Para mi familia no fue fácil aceptar esta situación, El impacto de la discapacidad en las familias desorganiza y deprime. Siempre se espera un bebé sin problemas de salud y la aceptación es el primer paso hacía la recuperación de los niños, pero a su vez es el mas difícil de dar. La presencia de un niño con discapacidad puede crear disfunciones en los distintos tipos de relaciones dentro de la familia. 
Los padres de niños con discapacidad elaboramos nuestro duelo y llevamos a cabo un proceso de aceptación. Yo aún estoy en ese proceso. 
En ocasiones los padres de hijos con discapacidad, somos exigentes y nos centramos en su recuperación  dejando de lado nuestra propia vida. Eso me ha pasado, dejé de un lado mi vida profesional por cuidar a Mariana, no hay un empleo en este mundo donde me permitan faltar tan seguido con la excusa de que debo cuidar de mi hija.
Como mamá de una niña con discapacidad siento muchas cosas al tiempo, sentimientos encontrados. Me alegra ver que sus crisis convulsivas ya no son tan seguidas, que tuvo avances a nivel motriz y cognitivo (Que perdió algunas con una de las últimas crisis). En otros momentos todo es caos y desesperación. Hay días en que siento tanta frustración, ver que todo sigue igual, que la niña no avanza, que yo sigo aquí sin trabajar, sin hacer nada.
Yo no he aceptado del todo la discapacidad de mi hija, aún peleo con Dios, ¿Por qué a mi? ¿Por qué le toca pasar por todo eso a ella que es una niña inocente? ¿Será mi culpa? ¿Yo que hice para merecer esto? ¿Por qué se enfermó ella y no yo?. A veces me quedo sin ganas, vivo y hago todo por inercia. Me siento tan culpable de pensar así. Siempre me dicen que me admiran y un montón de cosas porque soy mamá de una niña con necesidades especiales, pero yo todos los días peleo con ese diagnostico, yo sé que no puedo achantarme, ni dejarme vencer por la tristeza, pero me cuesta vivir así. Lo hago porque ella se lo merece, si yo no lucho esta guerra con ella nadie lo hará, ella solita no puede.

viernes, 5 de julio de 2013

Solo un pedacito

Por: @THIZSCHA 

Una de mis tres historias "Solo un pedacito". Fue inspirador criar un bebe pre-termino de 30 semanas de gestación con 1.895 grs .49 cms después de ocho días de hospitalizada, cuando debías estar 20.inclinada   (en la clínica). Inspirador despertarlo cada hora y media porque olvidaba respirar. Inspirador solo tenerlo en tu regazo con un pañal y el calor de tu cuerpo. Inspirador poder bañarlo solo hasta el segundo mes de vida. Inspirador ver como crecían sus cejas pestañas y uñas poco a poco. Inspirador que se llame David Felipe Suarez. Inspirador mi ángel programado sólito para todos nosotros, ahora con sus largos 13 años. Mi guerrero luchando por su vida, mi bebé canguro!
Pues si, aunque como muchos también tuve un pasado triste y tenia claro "NO SER MAMÁ", muchas cosas malas pasaban en mi entorno. Papa DIOS me bendijo con tres hijos que aun planificando se programaron solos. hoy sé que son mi razón de ser, mi motor y mi polo a tierra... Son la obra de DIOS plasmada en mi...