Por: @Banerol
Debo confesar que antes de ser madre, me era indiferente la realidad de los demás. No lo hacía porque quisiera ser mala o rebelde, sino que no era consciente de la vida. Yo cumplía con mis obligaciones (estudiar) y lo que más me podía preocupar era qué iba a hacer el fin de semana. Hoy miro hacia atrás y veo cuánto han cambiado las cosas y me alegro de ello.
Todos los que me leen saben que mi hijo no fue precisamente planeado, al menos, no por mi. Tal vez la vida sí lo tenia planeado para mí, para que mi vida diera el giro que dio. Gracias a él, se despertaron en mí infinidades de sentimientos que no conocía y que él me ha enseñado a vivir.
Conocí el verdadero significado del amor, aprendí a ser precavida, a actuar rápido, a ser fuerte cuando por dentro estoy desmoronada y el que más "duro me ha dado" es el de la protección. Tengo la necesidad de protegerlos a todos. Quiero poder darle a todos lo que necesitan, no quiero que sufran. Cuando voy por la calle y veo a un niño indigente, me provoca llevarlo a mi casa y adoptarlo. Tratar de mantener felices a los demás es muy agotador.
No sé si sea normal o no pero yo jamás lo había sentido: no soporto ver sufrir a otro. Cuando estoy en esa situación enseguida pienso en mi hijo. No quiero que pasé por situaciones difíciles pero sé que lo tendrá que hacer y que no lo voy a poder evitar. Que debo ser fuerte para poder servirle de soporte y que jamás debo darme por vencida.
En estos siete meses, también logré entender a mi madre, a mi abuela, a mi tía y a todas las madres que conozco. Logré entender porque las madres son, a veces, tan mal juzgadas y lo poco que eso nos importa. Las madres simplemente hacemos lo que debemos hacer.
Me sorprende como un bebé puede llenarte con tantas experiencias que cambian tu vida radicalmente. Un ser que vino al mundo a aprender es hoy quien me enseña a vivir.
En general, han sido los siete meses más enriquecedores de mi vida. He aprendido millones de cosas (y las que faltan) y me siento feliz de que las cosas sean como hoy lo son, aunque nunca estuvieron dentro de mis planes. Y es que es así como suceden, en ocasiones, las mejores cosas de la vida: sin ser planeadas.
Nota: Ojo, no me malinterpreten; planear a un hijo es el mejor regalo que se le puede dar. Yo corrí con la suerte de contar con el apoyo de todas las personas que me rodean cuando quedé embarazada y gracias a ellos mi hijo no ha tenido que pasar necesidades.
Me alegra mucho leer este post, me encantó :)
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