Por: @SoyLizYPunto
Por un lado: estabilidad económica,
desarrollo profesional, contacto con el mundo, independencia; y por otro lado:
esa criatura pequeña, indefensa, por la que se daría la vida de ser necesario,
que te ama con todo su corazón, que cada día anhela tus brazos, tus palabras. Esa
personita que siempre tiene algo nuevo que mostrar y que te derrite por
completo.
No hay duda de que todas las madres
elegiríamos la segunda opción, sin embargo, no siempre es tan fácil. Hay muchos
factores que influyen en esa decisión y he aprendido que no se es una mala madre
por salir a trabajar.
El factor determinante en mi caso fue
¿Quién estará al cuidado de mi mayor tesoro? El jardín o la guardería no eran
una opción para mí. Siempre he guardado mis reservas con el tema. Mi madre
siempre me ofreció su apoyo y es ella quien hoy en día se encarga del cuidado
de Juan José. Es una bendición. De no ser así, muy seguramente replantearía mi
decisión de trabajar, al menos hasta cuando este mas grandecito.
Actualmente, gracias a las
bendiciones de Dios y las bondades de la vida, he hallado un equilibrio entre
mi trabajo y mi hijo. Me desempeño en educación y mi semana laboral va de lunes
a jueves. El viernes es un día especial, es el día de los dos. Realizamos
actividades que fortalecen nuestra relación y lo vivimos al 1000%. Cuando hay
época vacacional permanezco 24/7 a su lado.
No pienso mentir, el sentimiento de
dejar a mi hijo cuando voy a trabajar nunca desaparece. Siempre siento ese hilo
de amor que une nuestros corazones y que cada tarde me lleva de vuelta hacia
él. Cada inicio de año laboral para mi equivale a ese “No quiero separarme de
ti” con forma de lagrimas. A menudo me descubro fantaseando en lo maravilloso
que sería contar con una opción laboral que me permita permanecer al lado de
Juan José y sé que lo voy a lograr. Es mi objetivo.
Cada madre tiene su posición y todas
son respetables. Personalmente considero que soy una mejor madre desarrollándome
profesionalmente y compartiendo tiempo de calidad con mi hijo. Valoro
inmensamente el tiempo que paso con él y tenemos una relación hermosa.
Mi hijo es la motivación, es el motor
que mueve mi vida, nada en la vida me ha hecho más fuerte que su presencia y
estoy dispuesta a todo por su bienestar. Lo amo con todo mi corazón y a diario
me alimenta y me recarga de energías. No hay mejor momento que cuando llego a
casa, sale corriendo a mis brazos y me cuenta todas las aventuras que vivió con
su abuelita y sus primos. Cuando me llama por teléfono a decirme que me ama
hasta el cielo, cuando hace su oración antes de dormir y luego dice: "Mami,
abrázame".
Por él todo vale
la pena.
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